“Son cosas del corazón, que la razón no entiende”, “de esas veces que estás tan enamorado que no puedes dejar ir…” “si no duele, no sirve” contradicciones en la vida amorosa como éstas, veo a diario, en cada una de las personas que conozco que están enamoradas, con pareja, sin embargo, a pesar de los malos tragos están felices, motivadas, algunas inspiradas pero todas, enajenadas con su amor.
Dicen que las peleas son, naturales en una relación de pareja, los disgustos y los encontronazos son inevitables, una explicación sería hacer una comparación entre dos placas tectónicas, cada una con fuerza, igual o semejante, que empuja en diferentes dirección, generan calor, movimientos telúricos, temblores y terremotos, pues así, dos personas que están tan juntas, en constante movimiento y fricción, eventualmente la tensión revienta y se sacude el mundo.
No es de extrañarse, que después del conflicto la tierra parezca deshecha, donde recoger los pedazos es un trabajo exhaustivo para quienes conviven en él, si no se tiene la paciencia adecuada, se puede dejar, así, un mundo hecho pedazos, que parece imposible de sanar, cicatrices de una ruptura o de un golpe profundo, como montañas y volcanes en el relieve del planeta. Simplemente fracturas.
Algunas parejas terminan separándose porque no encontraron un entendimiento mutuo, o porque simplemente los lazos que la unían, no fueron lo suficientemente fuertes para seguirlos atrayendo, porque hubo situaciones extraordinarias, violencia, engaño, fracturas que no simplemente marcaron sino de plano destruyeron por completo, no había nada que resarcir allí.
Siguiendo un poco con la analogía de las placas, la masa acuosa está formada por metales fundidos, minerales, entre otras cosas, y la energía de las reacciones químicas a tal temperatura, da fuerza y dirección a las mismas placas, y el afán de esa energía a forma de gas o lava, de querer salir es quien las empuja o las atrae. ¿Cuál será nuestro magma?
El amor, en su forma más pura, como me dijo una amiga, como un acto de FE, creer ciega pero no tontamente en el compromiso, primero propio, y después con el otro y luego compartido; la confianza que deviene de ese acto de fe y la emoción sexual se forma nuestro magma. Las inseguridades autoimpuestas, prejuicios, serían nuestras REACCIONES “químicas” por enfrentarnos con otro elemento, al cual le robamos o nos roba electrones.
El miedo a perder, la cordura o el control, la dominación y el apego, sería la energía que quiere escapar entre las parejas a forma de peleas, a causa de las reacciones provocadas por la convivencia y la cotidianidad. Las peleas entonces son normales mientras no tan sean agresivas, alguien termine ensangrentado, o mientras no se violen derechos primordiales, la sexualidad o seguridad de alguno o los dos involucrados.
Todos somos humanos, aprendamos a aceptarnos tal y como somos, para que alguien más pueda aprender a hacerlo, perdonemos nuestros errores para entender y perdonar los ajenos.
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