Un día cualquiera, de esos muy soleados, se encontraba ella, con lentes oscuros, pensativa, mirando el horizonte, en una esquina recargada en un binocular metálico, de esos que hay en cada esquina de la terraza de la Torre Latinoamericana, estaba sola. Pensando. Por su aspecto, parece que lleva más de dos horas ahí, en la misma posición de siempre. Respira hondo. Pausado. No puedo dejar de mirarla, quiero saber que está pensando, parece melancólica, es bella, de hecho, está hermosa.
-Clic- muevo el objetivo y enfoco su rostro, de cerca, su perfil –clic – la veo otra vez a través de mis ojos. Parece de unos veinte y tantos, tiene la piel clara, los labios carmesí, una nariz afilada y el pelo largo, lacio, castaño oscuro, viste una chamarra de piel y sus gafas parecen de motociclista. Tiene actitud, –clic – parece encantada, no nota que llevo largos minutos contemplándola, algo me llama mucho la atención.
-Desde aquí se puede ver casi toda la cuidad- le dice una chica al chico que la abraza por detrás.
-Sí, a tu lado derecho está el sur de la ciudad, si giras- lo dice mientras la gira de la cintura- a tu derecha sólo un poquito más verás Iztapalapa.
-Claro, ahora lo veo.- La chica está asombrada, los ojos le brillan.
De repente ella se irrita y camina hacia atrás, la miro de reojo y camino suavemente detrás de ella, cubriéndome la cara con la cámara –clic – al edificio de Banobras que se dibuja a la distancia, como en un cuadro de Juan O’Gorman. Se detiene justo en la esquina contraria, fija su vista en otro punto, el sol poniente le pega directo en la cara, pasó muy cerca de ella, no se mueve, me alejó.
Quita su cabello de su cara, sólo para que la lágrima le escurra por la mejilla, entonces –clic– baja la mirada, no contiene el llanto y lo deja salir. No quise importunar y me retiro. Me preguntó ¿Lágrimas por un (ex)amor? Entonces subo las escaleras de caracol y me dirijo un piso más arriba, a una terraza más reducida que en vez de cristales tiene mallas de metal, y veo muchas parejas, enamorados, novios, futuros novios, amigos tomándose fotos con la ciudad atardeciendo detrás. Pero algo llama más mi atención, mucha gente joven sola, pensativa, ¡Y cómo no! Este lugar es una invitación a la reflexión porque el aire que se respira es menso denso. Los colores amarillos, naranjas del atardecer desdibujan el color azul del cielo y sus nubes blancas, y chocan con los techos rojos de las casas circunvecinas.
Todas esas personas solas, parecen venir con la misma expresión, a excepción de este mirón con cámara en mano, están aisladas, pegadas a un lugar especifico mirando el horizonte, entonces recordé las lágrimas de la chica piso abajo, esas lágrimas de tristeza profunda, de melancolía dolorosa, de remordimiento.
En México cinco de cada diez personas vive deprimida, México alberga el 17% de las personas con depresión en el mundo, con alrededor de 20 millones 660 mil, según las cifras 2011 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. –Clic. – El 11.2% de las mujeres han padecido depresión alguna vez en su vida, por factores genéticos u hormonales. La depresión es más común en las ciudades grandes que los pueblos o el campo; –clic –, la depresión es detectada de cinco a diez años después de dar sus primeros síntomas. El 50% de las camas en los hospitales siquiátricos, son ocupadas por pacientes que padecen depresión aguda, depresión recurrente, trastorno bipolar o intento de suicidio. –Clic. – Los adolescentes y jóvenes son los más propensos al suicidio, por diferentes razones, familiares o sociales.
No dejaba de pensar en estas cifras alarmantes mientras oprimía el botón y el obturador cerraba captando a la ciudad mientras atardecía, entonces bajé las escaleras otra vez, de prisa, quise encontrar a la chica y ofrecerle un comentario cálido. Miré el último lugar donde la dejé la última vez, pero ya no estaba allí. Entonces con una mirada periférica revisé toda la terraza y la encontré, sentada frente a una mesa, en medio de la habitación, sin lentes ya. Unos ojos claros llenos de pestañas adornaban su cara, y sus pecas le agregaban un aspecto tierno. Tuve ganas de abrazarla.
Me acerqué a ella, pero a cada paso que daba, las palabras se me iban, no pude decir nada, entonces me encontré yo mismo descubierto. Me encontré un poco melancólico, un poco triste, un poco deprimido, tal vez por eso, me cautivo la chica en un principio, porque al menos ella era honesta consigo misma y se permitió llorar.
2 comentarios:
me gusto mucho :"D
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