“Y desde que vas entrando al pueblo, el papel picado que adorna los alambrados de luz, te indican que la fiesta ya empezó, los arcos que distinguen a Tepos, están recién pintaditos… Pasando la fábrica de cal, la gasolinera, al segundo tope a la derecha y en la primera casa sin zaguán, es la casa de la tía Paula y el tío Manuel” dice Gustavo López, mi primo.
Cada año, el primer viernes de cuaresma, los casi diez mil habitantes de la comunidad de San Pedro San Pablo Teposcolula, ubicada en la mixteca oaxacaqueña, festejan al Señor de la Vidrieras con una fiesta patronal que deja boquiabiertas a otras comunidades vecinas y de otros estados. Las misas empiezan nueve días antes con la tradicional novena, pero los preparativos para la fiesta comienzan un año antes, cuando se elige una familia para que sea el mayordomo de la fiesta del siguiente año.
Quienes son los encargados de dar de desayunar, comer y cenar, durante dos días consecutivos a todos los visitantes o lugareños que participen en la Labranza, un ritual donde se fabrican velas de cera largas que duren durante la procesión del año entrante. Este año me tocó visitar el pueblo, del cual mi madre es originaría.
Todos los habitantes de “Tepos”, como le dicen al pueblo que los vio nacer, ayudan a la familia mayordomo, ya sea con manos, dinero, maíz, frijol, alverjón, trigo, queso recién hecho o leche recién ordeñada; pollos –vivos-, o el tradicional tasajo, para preparar picaditas de huevo; o con chile de árbol para su tradicional salsa con tomate verde, o chile chipotle para los chiles rellenos de picadillo de puerco con pollo, fruta para el mancha manteles, o lo que puedan ofrecer.
Los jóvenes del pueblo que estudian en la Escuela Normal de Teposcolula o el Instituto Tecnológico de Teposcolula, ayudan en la organización de eventos culturales, y las festividades que, más recibir a los mismos habitantes, sirven como divertimento para los visitantes de los pueblos aledaños, la ciudad de México o los habitantes que vuelven desde Estados Unidos a su tierra.
Las velas fabricadas por las manos de los visitantes, deben ser depositadas en la iglesia, Templo y Ex Convento¸ con alrededor de 450 años de existencia, hecho por los dominicos, una obra monumental y majestuosa que es considerada como patrimonio cultural de la humanidad, el templo alberga la iglesia principal, una capilla al aire libre, un atrio del tamaño de cancha de fútbol americano, el ex convento, que desde el 2000 se convirtió en el museo oficial de la comunidad, el cual alberga la figurillas arqueológicas que se han sido descubiertas, en la reciente restauración y excavación; por supuesto es la casa del Santo Patrono del Pueblo.
En la plaza central, durante la semana que dura la fiesta, se inaugura un mercado de artesanías, donde se venden, mezcales, cremas de mezcal, chocolate, mole, textiles, artesanías hechas a base de palma y otras cortezas regionales, barro, collares de pierdas semipreciosas, cuarzos; se vende el pan tradicional de tepos, los burritos. Se pone una feria con juegos mecánicos para los niños casi adolescentes, juegos de destreza para las parejas, y un sonido a media calle para los que quieran bailar. Puestos de cervezas, dulces típicos, tacos al pastor, churros, algodones de azúcar, discos pirata, películas clones, en fin, es lo que se puede apreciar desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la madrugada.
Durante el día, los eventos culturales son variados, desde representaciones de la Gelagetza, por parte del cuerpo de danza del centro cultural del pueblo; musicalización por parte de la Filarmónica de Oaxaca, o los círculos de lectura, que recitaban en voz alta de poema, por parte de la biblioteca regional, clases de pintura y de teatro para los niños. Y por la noche, los adultos eran atraídos hacía las apuestas, con pelea de gallos, un rodeo con corrida de toros, jaripeo, baile y hasta banda invitada.
También los eventos deportivos estuvieron presentes, como la carrera anual de ciclistas donde participaron tres pueblos circunvecinos a Teposcolula –Nochixtlán, Tlaxiaco, Huajuapan.- Hubo participantes de casi toda la republica, representantes del Distrito Federal, Guanajuato, Querétaro, entre otros estados. Se hizo la segunda carrera de caballos, patrocinada por la presidencia municipal, y Pepsico de Oaxaca. Los recursos recaudados iban para la escuela secundaria técnica #32.
Pero lo verdaderamente interesante, mucho más allá de la festividad del santo patrono de las vidrieras es, la organización de los pobladores de Teposcolula, esta organización social que abarca desde mujeres, niños, jóvenes, hombre, adultos y hasta ancianos, que a pesar de estar tan arraigados en prácticas machistas, todos tiene un lugar para participar y colaborar en una fiesta, que engrandece al pueblo. Y así me pregunto.
¿Quiénes serán más ciudadanos, la gente que vive en el pueblo, o la gente de la ciudad? ¿Quiénes? Los que recogen la basura de la plaza principal a las 7 de la mañana, después de haber alimentado a sus animales, de haber ido a cortar zacate para dar de pastar; los que mientras hierve el agua con café, barren las calles, donde se prendieron los fuegos artificiales una noche antes, o los que esperan que el gobierno de su localidad recoja la basura por ellos, los que esperan que pase el camión consignado a recoger la basura y sino pasa, la dejan sobre la banqueta en bolsas mal amarradas y sin la separación pertinente, aquellos que hacen tiraderos “provisionales”, porque el camión “dejó de pasar desde hace dos semanas” –como en Tláhuac.-
¿Quiénes son los más involucrados? Los que qué a pesar del abandono gubernamental del estado, se las arreglan para levantar los índices educativos, organizando cursos extracurriculares los sábados y domingos, con niños, jóvenes y adultos, dónde se comprometen a enseñarles a leer, escribir, pintar o bailar, tocar un instrumento o actuar en una pequeña obra, o aquellos que ignoran a los que piden limosna, a los campesinos, a los mercaderes o cargadores de verdura, los que estamos tan preocupados por el partido de fútbol, en vez de la cantidad de atención y la calidad cariño que nuestros hijos, hermanos o familiares, tienen en casa. ¿Los que a pesar de la falta de oportunidades, tiene maestrías en educación a los 26 años, o los que teniendo posibilidades, poseen miles y miles de “ninis” en sus filas?
¿Quiénes son los más preocupados por sus vecinos? Los que invitan a comer al pueblo entero una tlayuda con frijoles, o los que tiran la comida, porque ya nadie la quiere. Y muchas interrogantes así, surgen cuando un citadino visita una fiesta patronal, cuando se enfrenta a la cosmovisión de pueblo y la confronta con la suya de citadino. Entre más se involucra con la gente, más se sorprende de lo cálido que puede ser un mexicano, así que mientras la procesión da la vuelta tradicional por el pueblo, yo reflexiono sobre la importancia de mantener las tradiciones vivas, la relevancia de la unión vecinal y la participación ciudadana, el cuidado del medio ambiente y el involucramiento personal con las problemáticas que afectan a la comunidad donde vivo.
2 comentarios:
Siempre he dicho que si la gente de las grandes ciudades se preocupara menos por las cosas y se organizara como un pueblo pequeño, todo sería mejor. Casí imposible.
También, siempre he dicho que yo estaría mejor viviendo en algún pueblo pequeño haciendo pequeños cambios y con tranquilidad, por eso, siempre a mi ciudad le llamo pueblo.
Holis creo que es muy larga
Publicar un comentario