Parábola del horizonte.
Esta vez voy a hablar por mí, llega un momento en la vida, donde uno se pregunta ¿qué es lo que quiero de mi vida? Cuando uno mismo mira atrás, se encuentra satisfecho, entonces mira adelante, ya no ve las cosas tan inciertas, entonces el presente se torna de manera claramente confusa entre lo que es, lo que fue y lo que quiero que sea.
El pasado siempre ha sido una cuestión interesante, porque es de lo que estamos hechos, de las cosas que se construyen con el Tiempo, del mal comportamiento, de la suerte que se ha tenido, se cae en cuenta de todos los factores que forman el Ser, la suma es positiva, entonces uno mira el presente y sonríe también satisfecho.
El presente se torna fácil de llevar, se empieza a valorar las cosas buenas que suceden, como el trabajo, la carrera, la familia o el amor. Cuando se respira la vida pierde, entonces, ese velo de humo color azul y todos los conceptos aprehendidos con el Tiempo, toman sentido y resignifican nuestra posición en el mundo. Se está viviendo, y como no es posible evitarlo, vemos al futuro.
Hay una parábola que retomo de las clases, ha dejado un sello importante en mí, eso es la experiencia de poder comprobar la historia misma y que conecta, al fin con lo que viene. Decía ¿Para qué sirve el horizonte? Ese punto infinito inamovible y perpetuo, sirve para seguir caminando, erguidos como humanos. El horizonte también se encuentra en el espíritu, y nos hace pensar hacia delante.
El futuro es un lugar imaginario, un lienzo donde estamos parados indefinidos, un punto en blanco donde se es capaz de poder imaginar, porque se ha tenido experiencia, un lugar donde nos gustaría estar de pie, situados. Lleno de lugares comunes, de cosas que resultan familiares, donde los anhelos y necesidades se mezclan, Freud lo llamaba Deseo, el cual es inagotable, como el horizonte.
El deseo neurótico nos hace accionar siempre hacia conseguir la culminación del espíritu. Entonces este lugar del que hablo, además de ser mi presente, es una renovación de deseos, un horizonte que apenas se dibuja. Cuesta mucho separarme del pasado pero el pensar en el futuro nos alienta, en otras palabras este es un fenómeno de vida.
Reconozco este lugar, digo, ya he vivido este momento, entonces se vuelve otra vez mi pasado, pero esta vez el proceso es mucho constante, tomo velocidad porque el Tiempo avanza más aprisa. Sigo caminando, mi deseo se ha despertado, el horizonte se vislumbra más lejos, pero a la vez lo he pasado.
Hace unos meses escribí “Mesero, otra rebanada de vida, por favor”, mi madre desde niño me ha dicho siempre que, quiero comerme el mundo a puñaladas, creo que mis pies están tan bien plantados a la tierra, con humildad, que me muevo con la rotación de la tierra. Me acabo de dar cuenta que Kant tenía razón y he aprendido a meditar sobre el tiempo y el espacio.
Con toda la razón los antiguos mayas, eran unos excelentes astrónomos, lo eran porque mirar el cielo desde México es mirar a las estrellas a los ojos. La cultura pertenece al pasado ancestral, la cultura es la historia de la humanidad, no la historia como la conocemos de fechas y datos de guerras conquistas, destrucción o dominación, sino como la evolución del espíritu humano y su raza, desde una posición tiempo y espacio.
El arte, como la literatura es una forma de hacer historia del presente, documentar lo que pasa y dejar huella detrás, es lo que no hace mirar al futuro, cuando uno analiza la historia, la comprende y con eso contrasta su presente, los paradigmas se rompen y se empieza a cuestionar la posición en la que está parada la raza humana, entonces se escribe pensando en futuro para que cuando se reproduzca, el cambio pueda surtir efecto.
El arte es una forma de ver la relación espacio tiempo en magnitudes más amplias, pero no tan atmosféricas como en la cultura.
La política es un acto que no debería de darnos desgano, al contrario, la política es una de las formas de experimentar esta parábola del horizonte de una manera territorial, un país, una ciudad, mi colonia, mi casa, mi lugar de trabajo, mi relación sentimental. Se tiene que hacer la revisión periódica, digamos cada 6 años.
En fin, todo se trata de cerrar ciclos sin cerrar ninguno antes, sino ir rodando de uno a otro, una especie de caminar sobre dos círculos que se interconectan a la mitad y por la mitad, donde mientras se camina se va dejando uno cuando se ha completado una vuelta y se pisa el primero para recorrerlo completo, al paso siguiente de dejar el anterior, pero mientras se camina, se empieza a ver por la mitad, el contenido del siguiente.
Parece complejo, pero en realidad, no lo es.
1 comentario:
El tiempo es oro, jamas regresa.
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